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s2t2 -El anti-leonesismo, enfermedad infantil del bercianismo

OPINIÓN/ El anti-leonesismo, enfermedad infantil del bercianismo PDF Imprimir E-Mail
lunes, 21 de abril de 2008

Por Manuel E. Morán García

Al menos para los aficionados al fútbol a uno y otro lado del Manzanal, el domingo 27 de abril no será un domingo más. Vuelve el clásico provincial, Cultural vs. Deportiva, uno de esos encuentros en los cuales la victoria sabe a ambrosía y la derrota es pura hiel. Sin embargo, no quiero entretenerles con tópicos futboleros. Muy al contrario, estas líneas pretenden modestamente contribuir a erradicar un comportamiento que, aparte de grosero, no aporta nada a la reivindicación sensata, justa e incluso necesaria de la identidad berciana.


Todos conocemos la frasecilla que anuda, a modo de insulto, la hipócritamente denostada "profesión más antigua del mundo" con el nombre de la ciudad de León. Esta poco imaginativa muestra de forofismo no merecería mayor comentario puesto que la afición de la Deportiva ha dado muestras más que sobradas de ingenio y elegancia. La traigo a colación, no obstante, para dar cuenta de un fenómeno mucho más preocupante, que consiste en hallar en el insulto y la negación del otro la afirmación de lo propio. Efectivamente, en más ocasiones de las convenientes se entiende como manifestación de bercianismo una hostilidad innata hacia todo lo que esté, suceda o venga del este del Manzanal. Ello constituye una reacción irreflexiva ante la incapacidad de expresar positivamente el compromiso con una tierra y sus gentes, más allá de una pueril necesidad de identificación tribal. Parafraseando J.F. Kennedy, si al "no te preguntes qué puede hacer El Bierzo por ti, sino qué puedes hacer tú por El Bierzo" sólo podemos contestar insultando al vecino, no parece que haya mucha esperanza de madurar.

Decía Manuel Vázquez Montalbán que, más allá de datos objetivos, El Bierzo, es un estado de ánimo, un sentimiento mágico. Por esa línea poco se puede avanzar. Los sentimientos son resistentes a la razón, pero no deberían impedir a nadie fascinarse por las vidrieras de la catedral gótica más hermosa del mundo, a pesar de que esté en León. Honestamente, creo que debemos replantearnos las cosas para situar nuestra identidad en su contexto y hacerlo en términos positivos. Un par de ideas en torno a cada aspecto.

Por lo que hace al contexto, la búsqueda de la propia identidad parte de la necesidad de ser reconocido como distinto entre aquellos a quienes consideramos iguales. En ese sentido, no creo que nadie cuestione la incardinación de El Bierzo en España, si descontamos algún minoritario y tan bien intencionado como ingenuo panceltismo, o un no tan inocente pangalleguismo independentista. Aun respetando estas últimas opciones, resulta claro que la mayoría inmensa de los bercianos nos consideramos, sin mayores problemas, españoles.     ¿Cuál es, entonces, el sitio que reclamamos dentro de España? Una petición maximalista y delirante pasaría por recuperar el viejo fantasma provincial y de paso una autonomía uniprovincial; por pedir que no quede.

Tal y como está marcado a fuego en nuestro imaginario colectivo, en 1822 se creó la Provincia de Villafranca del Bierzo. Ahora bien, mal que nos pese, tuvo una vida efímera, desapareciendo en 1823. Una década después, Javier de Burgos pondría fin al breve sueño provincial, pasando El Bierzo a incorporarse a la provincia de León. Ahí comenzó la pesadilla antileonesista, pero es preciso reconocer que, por muy sugerentes y hermosos que sean, como decía el poeta, los sueños, sueños son. Modificar el mapa provincial y autonómico requeriría no sólo una modificación constitucional, sino alterar una división territorial que, desde 1833, ha sobrevivido a una república Federal, una monarquía claudicante, una república de trabajadores, una dictadura ignominiosa, y la reciente experiencia monárquica constitucional y autonómica. Por tanto, es dentro del marco constitucional y provincial vigente donde hay que buscar datos objetivos y razonables que anclen nuestra identidad más allá del antileonesismo. A mi juicio, esos datos vienen más avalados por la geografía y el presente que por la historia.

Hace más de treinta años, tuve el privilegio de ser alumno de Tomás Garnelo. Con una de aquellas frases impactantes con las que solía provocarnos, este verdadero maestro nos decía que si la historia es madre de la vida, la geografía es madre de la historia. Con aséptica actitud, cifraba el inefable profesor nuestros primeros e incontestables hechos diferenciales: a) vivimos en el límite o punto de encuentro entre los climas atlántico y mediterráneo, dominantes en la península ibérica; b) la hoya berciana está completamente rodeada por montañas que alcanzan los 2.000 metros, de ahí, etimológicamente proviene su nombre y no de vergel ni nada parecido; c) El Bierzo cuenta con su propia cuenca hidrográfica, vertebrada en torno al mítico Sil, en el que desembocan todos los demás ríos bercianos. Esta singularidad orográfica, hidrográfica y climatológica se ha traducido, como es lógico, en una cultura parcialmente diferenciada, que se viene articulando en torno a un entramado institucional, reflejo de nuestra dimensión supramunicipal, que debiera dar paso a un futuro verdaderamente comprometido con lo nuestro, más allá del fácil recurso al "no somos leoneses". Por orden de aparición: a) mancomunidad de municipios de Ponferrada, b) estatuto de comarcalización de El Bierzo, c) mancomunidad de municipios del Bierzo Central.

El 7 de marzo de 1969, el consejo de ministros aprobaba los Estatutos de la Mancomunidad de Municipios de la Comarca de Ponferrada. Con ella se reconocía implícitamente la existencia de una realidad particular, que tiene problemas propios y necesita respuestas igualmente propias. Según el art. 2° de sus Estatutos son objetivos de la Mancomunidad: ejecutar obras de abastecimiento de agua potable a las localidades pertenecientes a los municipios que la integran, así como las obras de alcantarillado y saneamiento de sus núcleos de población; instalar y adquirir un servicio común de extinción de incendios; crear un servicio y realizar comunicaciones intermunicipales; promover e impulsar el desarrollo industrial, agrario y docente de la comarca.

Tras ese primer reconocimiento del hecho comarcal, actualmente El Bierzo goza del único Estatuto de Comarcalización de Castilla y León, tal y como quedó establecido por la Ley 1/1991, de 14 de marzo. Se producía así el reconocimiento jurídico de algo que aquí todos hemos tenido claro desde siempre, aunque no hayamos encontrado cauces adecuados para expresarlo. A tenor de lo dispuesto en el art. 4 de la Ley de comarcalización, son competencias propias del Consejo Comarcal: ordenación del territorio y urbanismo, sanidad, servicios sociales, cultura y deporte, salubridad pública y medio ambiente, turismo y tradiciones populares, artesanía, agricultura, ganadería y montes, minería, ferias y mercados comarcales, energía y promoción industrial.

Como último ejemplo de esta articulación que expresa una realidad más amplia que el pueblo o el partido judicial y sentida como diferenciadora, los Municipios de Arganza, Cabañas Raras, Cacabelos, Camponaraya, Carracedelo, Sancedo, Priaranza del Bierzo y Villadecanes, constituyen la denominada "Mancomunidad de Municipios Bierzo Central". Según el art. 3 del Proyecto definitivo de sus estatutos, son fines de esta entidad local: recogida y tratamiento de residuos sólidos urbanos; servicio de alumbrado público; desarrollo y actividades turísticas, culturales y deportivas de los Municipios integrantes; promoción agrícola, ganadera e industrial de los municipios integrantes; defensa y protección del Medio ambiente; limpieza de vías públicas; abastecimiento de agua potable; alcantarillado y saneamiento de aguas residuales y tratamiento de lodos; acceso a núcleos de población, servicios sociales.

Este entramado institucional y competencial constituye el trasunto efectivo de nuestra identidad, con posibilidades reales de madurar y superar la versión exclusivamente negativa o de contraste del ser berciano. A mi modo de ver, son base suficiente para comenzar a cimentar nuestro sentimiento de pertenencia a una realidad que supera lo puramente local y se reclama distinta de la leonesa y castellana. Aprovechemos la ocasión, máxime cuando estas instituciones, al margen de las diferencias políticas legítimas, están lideradas por auténticos paisanos, en el noble sentido de la palabra. Exijamos de ellos eficacia, coordinación y buena gestión en beneficio de nuestra tierra y nuestras gentes. Reclamemos para ellos competencias con contenido real y no sólo grandilocuente declaraciones programáticas.

Y ahora si, a disfrutar con humor de la segura victoria de la S.D. Ponferradina: lo siento, vecinos leoneses, pero el año que viene no vamos a venir.